Dice Godard, sin dejar de lado su intención de provocar, que el cine empezó con Griffith y acabó con Kiarostami. Seguir el cine de este director nos arroja a descubrir su pasión por dirigir historias ficticias desde los ojos del documental. Desde el minimalismo y un estilo contemplativo, Kiarostami traza poemas dolorosos que ilustran la realidad iraní de los últimos 40 años. En este sentido, aparece El viajero, un lamento bellísimo de la vida de Qasem, un adolescente cuya única obsesión es acudir a un partido de la selección nacional. Como si citara al cine neorrealista italiano, el director transita por las costumbres y los demonios de un pueblo, mediante los ojos de un adolescente. En este sentido el cineasta logra esbozar una atmósfera contaminada por la ausencia de libertad (desgraciadamente aún vigente). Una realidad que demolerá cualquier signo de rebeldía esbozado por los niños que tratan en vano zafarse de esas rígidas cadenas que entorpecen su rutina diaria. 
En El viajero, el partido de futbol asumirá la imagen de un oasis inaccesible que el inocente adolescente tratará de alcanzar a pesar de las dificultades que encuentra. Conforme se desarrolla, la fábula Kiarostami derrotará la narrativa de ficción empleada en el arranque hacia un firmamento claramente documental en el que se atisba los escasos medios económicos, si bien majestuosos en cuanto a lo artístico, con los que contó el director para construir su obra. El viajero emerge como uno de los más inspirados poemas del cine iraní, capaz de reflejar de una manera maravillosa la lucha de los ciudadanos más inocentes para vencer la esclavitud que impera en una sociedad carente de libertad. Sin duda un hermoso canto que permite creer en la consecución de esas pequeñas utopías cotidianas.
Fuera de juego (2006) de Panahi ya se ha convertido en un clásico del cine iraní y del cine de futbol. Este director, catalagado como un estandarte del Neorrealismo iraní, cuenta historias cargadas de un profundo humanismo. Un cine urbano, en el que se mezcla la idea de un estilo documental con la fuerza de la ficción que retrata con enorme precisión la realidad de la sociedad iraní. Ganador del León de oro en Venecia por El círculo y de la cámara de oro en Cannes por El globo blanco, Panahi toma el espacio de libertad que representa el futbol para los iraníes (un espacio donde se puede gritar y tomar partido sin que aparezca la policía) para contarnos una historia que profundiza en las desigualdades sociales. El proyecto nació cuando Irán venció a Australia y pudo clasificarse para el Mundial de 2006. En ese entonces, las mujeres tenían prohibido entrar a un estadio, pero para recibir al equipo vencedor, se les permitió ingresar por única vez. En ese entonces, asistieron 5 mil mujeres, lo que suscitó un debate público. 
La película usa actores no profesionales para acerca al público a la historia, tú podrías ser este personaje. Así como en el Neorrealismo italiano, los personajes de Panahi se acercan a la historia y marcan un toque de realidad. La película tuvo muchos conflictos para ser filmada, porque era sencillo obtener un permiso para filmar un partido de la selección, pero con mujeres en las gradas, eso es otro cantar. Es un canto de libertad, de amor por el pueblo y de identidad. No se deben perder esta película.
Panahi cuenta que la canción del final de la película es casi como un himno nacional. Hace unos sesenta años, cuando los occidentales estaban en Irán, uno poeta fue testigo de cómo abusaban del pueblo iraní. Lo que vio le dolió tanto que decidió componer una canción. Habla del país y de su gente, no de sus gobiernos. Por eso aman tanto esta canción en Irán.  Escogí la versión que me parecía tener un carácter más épico. 
Aunque hay pocas películas relacionadas con este Mundial, la relación entre cine y futbol empezó a gestarse desde el inicio. Se sabía que existía una película (protegida por la FIFA y de difícil acceso) en la que un camarógrafo, instalado a un costado de una de las porterías del estadio Centenario había filmado los partidos.