Breadcrubs

Inglaterra 1966

El año en que el futbol logró volver a su cuna (a esa cuna que hemos dado por válida), Inglaterra quiso estar a la altura. A pesar del famoso gol fantasma de Hurst, que sigue dando de qué hablar (esa prehistoria anterior al VAR), de la expulsión de Rattin, que los argentinos siguen recordando, y de la carnicería portuguesa alrededor de Pelé, fue el Mundial de Eusebio y mil historias más. Incluso, antes del campeonato, se robaron la copa y un perro, Pickles, la encontró. En agradecimiento, el perro fue invitado a comerse los restos de los platos de la cena después de la final. La BBC hizo una película que se llama Pickles: el perro que ganó la Copa del Mundo, dirigida por Gavin Millar. Sin embargo, es raro que el cine no se haya fijado en esa escena tan hitchcockiana del gol de Hurst, ni siquiera en la eliminación de Brasil con Garrincha en declive y Pelé lesionado a leñazos. Pero el recuerdo de La perla negra, Eusebio, le sirve a Colin Firth como gancho para coquetear con una chica portuguesa en Love Actually, ese referente del cine romántico, dirigido por Richard Curtis.

Más extraño resulta que los ingleses no nos hayan dado más películas a partir de su único campeonato del mundo. Hay poco, más allá del retrato costumbrista de una familia en aquel verano en el que Bobby Moore alzó la copa Jules Rimet: en Sixty-Six de Paul Weiland, con Helena Bonham Carter, un filme muy del estilo de Los años maravillosos, pero a partir del judaísmo sociológico. Se cuenta la preparación de un adolescente para su Bar Mitzvah, que se celebra justo el día de la final del Mundial, ese 4-2 ignorado por el cine. Para el cine, sin embargo, queda otro detalle curioso de aquel Mundial.

Por vez primera en la historia, un país del Tercer Mundo (futbolístico y económico) vencía a uno de los favoritos, todo un bicampeón mundial. Corea del Norte humilló a la selección italiana, 1-0. Tras perder con una potente Unión Soviética (la de la araña negra), los coreanos ya habían avisado con un empate a uno contra Chile, que ya pareció vergonzoso en aquel país latinoamericano. Ante la Italia de Mazzola y Rivera vencieron por un solitario gol de Pak Doo Ik, y se clasificaron para cuartos de final, donde a punto estuvieron de dar la campanada definitiva: tenían 3-0 a Portugal, hasta que, de la mano de Eusebio, el país de la saudade pudo remontar y derrocar esos 25 minutos de ensueño. Los cuatro goles de Eusebio les despertaron con un 5-3 final. Un documental británico de 2002 dirigido por Daniel Gordon rinde homenaje, aunque tardío, a aquel equipo sorprendente: El partido de sus vidas cuenta lo que aquel triunfo supuso para aquel país del que tan poco se sabe, sigue la pista de aquellos futbolistas y reúne a los supervivientes, tan emocionados como perdidos. La alegría de los coreanos, fibrosos y pequeños, rapidísimos y desconocidos, se destaca y, en la película, escuchamos la voz de Eusebio.

Por otra parte, en Italia, en una etapa políticamente convulsa, con revueltas de estudiantes y atentados terroristas, la época conocida como &ldquolos años de plomo&rdquo, con confrontaciones entre los comunistas y los democratacristianos, la derrota contra Corea del Norte fue un palo muy gordo. Marco Tulio Giordana lo refleja en un maravilloso fresco de 40 años de la historia de Italia, esa serie de casi seis horas que se llama La mejor juventud (2003). En la primera parte de ese peliculón, uno de los protagonistas, el personaje de Luigi Lo Cascio, el hermano médico y progresista, celebra en un bar la victoria de los coreanos frente a la selección de su propio país, como reivindicación de la izquierda y ante el estupor de los parroquianos. Política, futbol y cine se combinan y el resultado es muy afortunado.

Subir