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Francia 1938

A pesar de algunas referencias en Té con Mussolini, en la que se ve cómo el futbol había sido elegido por el Duce para ser el deporte representativo del fascismo, el Mundial de Francia 1938 tiene poca relación con el cine. Y no deja de parecer extraño. Es el primer Mundial en el que todas las naciones participantes llevaban comisionado a un camarógrafo para filmar todos sus partidos. Cuba y Antillas Holandesas (la futura Indonesia) llegaron a participar de forma sorpresiva e, incluso, la isla caribeña logró colarse hasta los cuartos de final. Una posible película. Por otra parte, en los cuartos de final se enfrentaron Francia contra Italia, un partido histórico que los italianos jugaron de negro, del negro fascista, porque el azul francés les impidió usar su camiseta azzurra tradicional, mientras el árbitro tuvo que ir de blanco. En 1936 había ganado el frente popular en Francia y el partido significaba el enfrentamiento entre dos visiones de gobierno, de país, de conceptos. Otro argumento perfecto para una película.

Pero sobre todo, el argumento principal es el de la vida del entrenador italiano Vittorio Pozzo, amenazado cuatro años atrás por el Duce si no salía campeón y que en 1938, se renovaba la amenaza que caía sobre él. Es el único entrenador en ganar dos copas seguidas y su sonrisa levantando la copa al final de Francia 1938 se convirtió en la sonrisa del fascismo, en la representación de un régimen que estaba a punto de participar en el cambio de la historia. La vida de Vittorio Pozzo todavía espera ser narrada.

Sin embargo, gracias a todo el documento fílmico generado en las canchas, existen varios documentales que nos acercan a esos nombres míticos que son parte imborrable de la historia del futbol. Les compartimos uno realizado por René Lucot en el que podemos ver a Jules Rimet, a Leónidas desparramando su calidad, a los alemanes con la esvástica en el pecho, a las selecciones que llegaron a participar y, sobre todo, la sonrisa de Pozzo levantando la copa en señal de triunfo, pero también de salvación, junto al pelo engominado de Giuseppe Meazza, el primero inolvidable de la selección azzurra.

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