Rara vez los prolegómenos de una Copa Mundial habían sido objeto de tantas controversias como las que rodearon el undécimo torneo, celebrado en Argentina. Por una vez, el futbol quedó relegado a un segundo plano, mientras las autoridades debatían si debían o no boicotear el torneo, a modo de protesta contra el régimen totalitario del General Videla y sus continuas violaciones de los derechos humanos. Durante el torneo se realizaron más de quince ataques militares, desaparecieron al menos cuatro miembros del Partido Comunista argentino, explotaron bombas en varios puntos del país y la policía lanzó gases lacrimógenos a unos fieles que salían de una iglesia luego de la celebración de la misa por el cuarto aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón.
No todos los jugadores argentinos se desvivían por estar en la selección nacional argentina, ya que en 1977, Jorge Carrascosa desistió de ponerse la camiseta celeste y blanca argumentando: Yo no quiero ser de ninguna manera un instrumento de la dictadura militar.
Finalmente, sin embargo, y a pesar del llamamiento general para que no acudieran, todas las naciones futbolísticas del mundo viajaron a Argentina. Todas, excepto aquellas que no habían logrado clasificarse, como Inglaterra (por segunda vez consecutiva), Yugoslavia y la Unión Soviética. Otros países con menos tradición futbolística, como Irán y Túnez, disfrutaron de su primera participación y Francia, después de doce años de ausencia, volvió a formar parte de la mayor competición futbolística del mundo.
Todas las selecciones favoritas del torneo se deshicieron fácilmente de sus rivales de la primera ronda excepto Holanda, que cuatro años antes, en Alemania, había disputado la final, pero que ahora tenía que arreglárselas sin Cruyff, ausente de la competición. No obstante, los holandeses fueron capaces de sobrevivir y, en la segunda fase, liderados por un rejuvenecido Robbie Rensenbrink, empezaron a mostrar lo que sabían hacer y llegaron hasta la final, tras aplastar a Austria por 5 - 1, vencer a Italia por 2 - 1 y empatar a dos con la selección defensora del título, Alemania Occidental, que en ningún momento logró meterse en el partido.
Mientras tanto, en el otro grupo de la segunda ronda, se estaba librando una batalla mucho más encarnizada, entre Argentina y Brasil. En su último partido, la selección anfitriona necesitaba vencer a Perú por una diferencia mínima de cuatro goles, mientras que los brasileños, por su parte, parecían tener el pase a la final asegurado. Sin embargo, contra todo pronóstico, Passarella y sus compañeros le marcaron a Perú ni más ni menos que seis goles, entre ellos dos de Mario Kempes.
Esta avalancha de goles dejó atónitos incluso a los espectadores más advenedizos.
En la final, sin embargo, los hombres de César Luis Menotti fueron dignos merecedores de la victoria (3 - 1 tras la prórroga), lograda frente a una Holanda que, en el último obstáculo, volvía a mostrarse carente de recursos. Argentina había alcanzado su objetivo las celebraciones en las calles podían empezar.