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Me van a tener que disculpar

Ahora que Argentina resultó la selección campeona del mundo, vale la pena celebrarlo con uno de los grandes escritores futboleros de aquel país, Eduardo Sacheri, en uno de los tantos agradecimientos a Maradona. En Me van a tener que disculpar, el autor logra transmitir lo que Maradona significa para los argentinos, como homenaje con las palabras justas, como agradecimiento con la punta de los dedos. 

Un texto conmovedor con el que cerramos este Mundial de Catar y les convocamos a volver con nosotros en las ediciones siguientes.

Margaret

A medio camino entre la crónica y el cuento, el periodista Miguel Bossio publicó Puro chamuyo, un libro de 32 cuentos, sobre cada uno de los países que participaron en Rusia 2018. Un cuento por país. Con una nota de bendición de Eduardo Sacheri, el libro publicado por Planeta toca elementos que empiezan a modificar la historia del futbol. 

El cuento que publicamos es el referente a Inglaterra, un país sorprendido porque una mujer, Margaret Evans, ha sido elegida como entrenadora nacional. El relato recorre los puntos de vista que el patriarcado ha impreso al futbol y se opone a ellos con buen humor. Esperemos que les guste.

Off Side

En la voz de la autora: 

Para el último mundial de fútbol Claudia Piñeiro compiló una serie de cuentos escritos por mujeres. La antología se llamó Las dueñas de la pelota y fue publicada por El Ateneo. Me invitó a participar. La verdad es que yo detesto el fútbol. Hacía unos años había escrito un relato por encargo, también para una antología y me había costado muchísimo. Así que primero pensé en decirle que no o tal vez le dije que no y Claudia fue persuasiva y me convenció. O me convencí yo sola. No me acuerdo. Mi otra &ldquopieza&rdquo sobre fútbol había sobrevolado la cancha, claro. No sé nada del deporte y realmente no hay nada que me interese e irrite tanto. Sufro horrores cada vez que llega un mundial. Este año ya estoy penando por adelantado. Finalmente y después de darle muchas vueltas, salió esta historia. No sobrevuela la cancha si no que se queda directamente afuera, en el banco de los suplentes, en los vestuarios, en un hombre que ni siquiera juega al fútbol.

Tanto este relato como el anterior me reconciliaron un poco. Me acordé cuando era chica e íbamos con mis tías y mi mamá a los campeonatos nocturnos en el club San Jorge, en mi pueblo. Mi tío era jovencito y jugaba, le decían El Vaca y había muchas chicas enamoradas de él. Me acuerdo que cada vez que tenía la pelota, mi primo y yo nos agarrábamos del tejido de alambre y le gritábamos: vamos, Vaquita, dale, Vaca vieja y peluda.

Me van a tener que disculpar
Margaret
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